Crónica de Medianoche: ¡Salud por Neptuno!

06 Diciembre 2021
En Valparaíso es difícil desprenderse de la nostalgia y de la melancolía. Pueden ser una frase que llega a doler de lo cursi, pero son sentimientos que están ya en los genes de los habitantes de esta urbe, y puedes adquirirlos por herencia física u osmosis. En fin.
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Estoy sentado en el balcón del tradicional restorán Bote Salvavidas. Desde que llegué a Valparaíso me encantó este lugar, donde uno puede almorzar adentro del mar, mirando los barcos y los botes que llevan turistas. Todo un lujo para este Puerto que tiene bloqueado gran parte de su acceso al imponente océano. Estoy acompañado de mi nueva amiga de travesuras y carretes, quien feliz se come un congrio frito con ensalada verde, mientras por su garganta bajan copas de espumante, como si fueran “agua de la llave”. 

El Bote Salvavidas no es un local de alta gastronomía, pero la simpatía de sus garzones, el lujo en la atención (llegan los platos con esas tapas metálicas que le dan un toque culinario que pocos pueden copiar), su ubicación marina y sus platos sencillos y delicados, lo convierten en uno de los clásicos que logró sobrevivir a la maldita pandemia. 

El día estaba soleado y después de tomarnos los respectivos bajativos de mentita frapé salimos a recorrer la soleada ciudad primaveral y nos encontramos con una triste sorpresa. La sangucheria Wall Street, ubicada en la calle Prat, se tomó las ruinas de lo que quedó del Bar Inglés. Desapareció la gigantesca barra y sólo los mosaicos del suelo avisan que alguna vez, en ese territorio, funcionó uno de los bares más emblemáticos y fantásticos de la ciudad. Da una tristeza enorme su desaparición y su actual conversión en fuente de soda. Cierro los ojos y escucho la voz de Celia (la garzona más recordada de la ciudad, un mito, una leyenda, no sólo por su buena atención, sino por su belleza, su mirada y su encanto total). Tenemos que arrancar de ese lugar y tratar de olvidar los fantasmas del pasado. 

En Valparaíso es difícil desprenderse de la nostalgia y de la melancolía. Pueden ser una frase que llega a doler de lo cursi, pero son sentimientos que están ya en los genes de los habitantes de esta urbe, y puedes adquirirlos por herencia física u osmosis. En fin.  

Terminamos en la barra del Neptuno, otro clásico de la ciudad que ha sobrevivido a dictaduras, terremotos y pandemias. Le digo a los dueños que hace muchos años era reportero de La Estrella y realizamos una nota sobre un fantasma que atormentaba a los parroquianos del local. Inmediatamente sacaron una fotocopia plastificada del reportaje y comenzó una conversa llena de recuerdos. Se suponía que el ser sobrenatural era un marino inglés, pero la señora nos reveló que jugando a la ouija (esa tablita que llama a los muertos) convocaron el espíritu de un lanza internacional que había fallecido trágicamente. 

Entre whiskys y vodkas la conversa siguió su sendero de entretención. Nos acordamos de viejos fotógrafos y periodistas. De la bohemia que luchaba con los dientes apretados en esta ciudad que vive agonizando en forma crónica. Fue una tarde muy feliz, con una pareja muy amable, que lleva años manteniendo este bello bar. Son un verdadero ejemplo de una vida dedicada a sus parroquianos, sirviendo licor con orgullo y presencia. 

¡Salud por ellos y por todos los sobrevivientes de Valparaíso! 

Ajenjo, Primavera 2021