Crónicas de Medianoche: El bar y la sociedad con la soledad

Crónicas de Medianoche: El bar y la sociedad con la soledad

08 Octubre 2021
La pandemia nos llevó a cambios de comportamiento profundos. Los bares se cerraron por meses. Muchos de mis lugares preferidos desaparecieron, causando una pérdida emocional, un luto, que todavía no puedo asumir totalmente y que me tiene muy dañado.
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La pandemia y otras situaciones emocionales han causado que mi forma de enfrentar la visita a mis bares preferidos cambiara radicalmente. Nunca fui un tipo de los que se sentara en la barra solo y podían permanecer horas ensimismados en sus pensamientos, mientras el alcohol ingresaba a su sangre y neuronas. Siempre me parecían algo extraños, peculiares, raros estos tipos tan solitarios. No los entendía bien. 

La pandemia nos llevó a cambios de comportamiento profundos. Los bares se cerraron por meses. Muchos de mis lugares preferidos desaparecieron, causando una pérdida emocional, un luto, que todavía no puedo asumir totalmente y que me tiene muy dañado. 

El bar cervecero Entrecopas, ubicado al final de la distorsionada calle Pirámide, en Valparaíso, ya no existe y fue el lugar que comenzó a enseñarme el proceso del “beber solo”, sin el tradicional grupo de amigos que te rodea con buena conversa y risas. En ese bar transmitían las carreras de caballos, y muy cerca había un teletrak para jugar. Mi rutina era sentarme, pedir una cerveza, salir al teletrak (la mesa quedaba reservada con el vaso) y volver a ver la carrera. Se producían algunas islas temporales entre carrera y carrera, lo que me permitía leer un libro, chatear o jugar con el teléfono, hacer algunos comentarios con otros bebedores solitarios y seguir en la mesa. Ahí empecé a incubar este proceso de soledad de bares. 

Ahora mi lugar preferido y de cabecera es el restorán y bar Ciudad de Pie, ubicado frente a los taxis de la Subida Ecuador. Mi mesa preferida es la que está al lado del horno, sobre todo en el invierno. Ahí saco mi notebook, mis fonos, y observo las carreras de caballos en la pantalla, mientras apuesto a través de mi celular. La rutina sigue siendo la misma. Entre cada carrera aprovecho a leer (ahora voy en la mitad de la novela El Enigma de la habitación 622, de Joël Dicker), conversar un poco con las meseras y pensar.  

A veces me tomo su shop en el bar ubicado en la Plaza Neptuno, donde antes estaba la librería Ivens y me entretengo mirando a la gente pasar. En las terrazas ubicadas en la calle, siempre hay probabilidades de que aparezca un conocido y se siente con uno en la mesa (antes me gustaba, ahora me molesta un poco esa actitud), alterando todo el proceso. Igual es bueno conversar un rato y ponerse al día de los chismes de la comarca, pero la gente debe pegarse la cachá de qué si el loco está tomando solo, es por alguna razón, y las compañías deben ser consensuadas. En fin. 

El Bar Pimentón reabrió y seguramente se convertirá en uno de mis lugares preferidos. Es tranquilo, música excelente, rica comida y buenos tragos. Están en una etapa de rodaje, pero ya se respira un ambiente de buena onda y retomará su fama de ser un clásico de la Subida Ecuador. 

Y así con la soledad y los bares. Todos vamos mutando con el tiempo y los cambios son personales. A lo mejor algunos han pasado de la soledad a lo colectivo, disfrutando de la compañía y sacándole el jugo a la conversa. Yo ahora ando en la onda soledad y no sé cuánto me ira a durar. Igual me sigo juntando con mis brother del Moneda de Oro (pero eso es una sociedad sin fecha de vencimiento). Y como dice Calamaro en su canción Socio de la soledad: “No puedo vivir siempre soñando /Tengo que aprender a ser más duro / El futuro me estaba esperando, ahora/ me está ahorcando la ilusión. 

Ajenjo, primavera 2021