Crónicas de Medianoche (El retorno de Ajenjo): La tragedia de la vejez no es que uno sea viejo, sino que uno es joven

Crónicas de Medianoche (El retorno de Ajenjo): La tragedia de la vejez no es que uno sea viejo, sino que uno es joven

23 Julio 2021
Pronto volveré a mi odiado/amado Valparaíso, donde vivo 23 años. En esta ciudad he amado y sufrido mucho. Lo he pasado la raja con mis brother, mis amigos, a quienes les dedico esta columna y que han sido el pilar fundamental de mi vida.
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Mañana sábado 24 de julio cumpliré 52 años.  

Nací el mismo día que Simón Bolívar y cuando tenía seis años de edad, me saqué la Beca Presidente Augusto Pinochet Ugarte y tuve que salir cascando de Chile. Era 1976 y mi padre ya se había escapado hace rato, ya que este lugar era de muerte, tortura y desaparición a todos los que no pensaran como la Junta Militar. 

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El asunto es que viajamos a Venezuela el mismo día de mi cumpleaños. La aeremoza de Air France me trajo un regalo (esos son recuerdos medios borrosos). Lo que tengo claro es que al llegar a Caracas, la ciudad estaba embanderada entera. Era día feriado, de fiesta nacional. Mi padre me dijo que “era en mi honor, por mi cumpleaños”. Uno a los seis años se cree todo y fue entretenido viajar hacia Maracay, la ciudad que nos acogió los primeros meses, pensando que la ciudad festejaba por mi nacimiento. 

Estuve en ocho colegios de primero a octavo básico. Fue duro el desgarre emocional de los amigos de infancia que uno iba dejando. Siempre era “el nuevo” y tuve que construir un escudo emocional que hasta ahora lo cargo, para bien o para mal. 

Ahora estoy encerrado en una pieza de un hostal en San Pedro de Atacama. Cada cierto tiempo me pego unos retiros “espirituales” a esta zona nortina, para tratar de salir de la rutina laboral y de Valparaíso, mi ciudad amada/odiada. 

Siempre digo, en tono de broma, que Valparaíso es la ciudad del fracaso y que por eso me gusta vivir aquí. Es una ciudad no globalizada, sin grandes centros comercialers, sin Mac Donalds, con unos habitantes peculiares, únicos, que se pueden comparar a quienes viven en la Isla de Chiloé. Valparaíso es una isla y desde hace muchos años que está enferma, pero eso no es un tema que quiera tocar a la hora de organizar mi cumpleaños. 

Lo celebraré hoy viernes. Saldremos con una pareja de amigos, La Vero (la única garzona mujer que trabajó en el Moneda de Oro) y su novio El Pelao, que viven hace tiempo en San Pedro de Atacama. Gente buena, sencilla y acogedora. Comeremos y nos tomaremos todo el pueblo para seguramente terminar con una caña de tres días. 

Pronto volveré a mi odiado/amado Valparaíso, donde vivo 23 años. En esta ciudad he amado y sufrido mucho. Lo he pasado la raja con mis brother, mis amigos, a quienes les dedico esta columna y que han sido el pilar fundamental de mi vida: Rodrigo Ortiz Moya, Fabián San Martín y Manuel Lema. Si ellos, sin su ayuda, sin sus consejos y sus chistes, a lo mejor estaría muerto. Igual es una exageración. 

Y finalmente, para ser honesto, me siento más viejo, más cansado y la frase de Betty Davis, la actriz, siempre resuena en mis oídos como un mantra que debo aprender: “La vejez no está hecha para cobardes”. 

PD: El título de esta crónica es una frase de Oscar Wilde.