Crónicas de Medianoche (El retorno de Ajenjo): Mena

Crónicas de Medianoche (El retorno de Ajenjo): Mena

02 Julio 2021
La realidad de Los Cotetos quedó plasmada en la pintura de Mena, quien no sólo pintó en telas, sino que también marcó piedras con su belleza, cientos de piedras que se convirtieron en un mundo particular, único, de colores. Algo extraordinario.
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Estas crónicas las empecé a escribir cuando tenía 33 años. Pronto cumpliré 52 años. Se fue la juventud y nos acercamos a la tercera edad y con ello a la inevitable muerte. Esa muerte que recorre Valparaíso y que hace algunos días se llevó a uno de sus grandes hijos: el pintor Mena. 

Un amigo en Facebook publicó una frase del escritor japonés Yasunari Kawabata que dice: “El tiempo pasó. Pero el tiempo se divide en muchas corrientes. Como en un río, hay una corriente central rápida en algunos sectores y lenta, hasta inmóvil, en otros[...] El tiempo corre de la misma manera para todos los seres humanos; pero todo ser humano flota de distinta manera en el tiempo[...]”.  

Personalmente creo que el pintor Eduardo Mena vivía en esas partes del río donde las corrientes son lentas, incluso inmóviles, lo que le permitía ver la realidad de una manera especial, única e irrepetible, que fue plasmando en sus maravillosas obras. 

En mi libro El fondo tiene un vaso, editado el 2013, aparece una crónica sobre Mena, que escribí después de ver una exposición en el subterráneo del actual Ministerio de la Tortura (perdón, Cultura), en la Plaza Sotomayor. Ahí aprendí muchas cosas sobre su vida y sobre la pasión por la pintura, que lo había arrasado, llevándolo a las profundidades de este río. 

Recuerdo a Barbarito, que debe ser el perro más inteligente que he conocido en mi vida. El animal los acompañaba a todos lados, cuidaba a los niños como si fueran su mayor tesoro. Podía esperar afuera del Cine Hoyts, las dos horas de la película, para seguir acompañándolos, parando en las luces rojas y siempre atento y vigilante. ¡Sólo le faltaba hablar! 

El cuadro de Mena que más me gusta se llama “Domingo en Los Cotetos”. ¿Quién conoció Los Cotetos? ¿Su segundo piso? ¿La señora que vendía “fierritos” afuera? Ese era un antro verdadero, duro, cuático, sin adornos de ningún tipo. Sólo sus parroquianos, con la mandíbula apretada y sus vasos de cerveza pegados en las manos eran parte de la postal bohemia. En la pintura hay unos bebedores viendo televisión. La pantalla irradia luz, esa luz que era escasa en la obra de nuestro artista, pero que en esta ocasión ilumina este lugar, volviendo humano a los humanos y dejando ver no sólo a un gato albinegro, sino que también cuadros y afiches de mujeres desnudas. 

La realidad de Los Cotetos quedó plasmada en la pintura de Mena, quien no sólo pintó en telas, sino que también marcó piedras con su belleza, cientos de piedras que se convirtieron en un mundo particular, único, de colores. Algo extraordinario. 

Mena fue extraordinario. 

Me lo imagino ahora, nadando en el río de Kawabata, en los sectores más lentos de la corriente, donde la luz y la sombra se funden en un solo color, acariciando a su perro Barbarito, pensando en sus hijos y en todas las personas que amó en la Tierra, en esta Tierra que ya no será la misma, en este Valparaíso que sigue llorando la pérdida de uno de sus más potentes artistas. 

Son tiempos de muerte. 

Ajenjo, Invierno 2021