Buenas conversaciones, buenos futuros
"De norte a sur, de este a oeste..." a propósito de la termoeléctrica de Los Rulos en Limache
"De norte a sur, de este a oeste..." a propósito de la termoeléctrica de Los Rulos en Limache
El suceso pasa por avanzar desde una resistencia territorial hacia una práctica territorializante, desde el lugar en sus componentes productivos, políticos, sociales, ambientales y territoriales.
Gino Bailey >
authenticated user CorresponsalPor Gino Bailey Bergamin
@ginobailey
La globalización económica opera bajo los signos del estado nacional moderno. No es cierto que el haber dejado atrás las pautas de las relaciones espacio-temporales por las actuales basadas en la simultaneidad de las operaciones, nos haya convertido en sujetos pos-capitalista. No por nada se siguen instaurando modelos productivos que no prevén los impactos ni la sostenibilidad de lo que implica un "buen vivir" en sincronía con el todo.
Tal como señala Saskia Sassen en su obra "Territorio, autoridad y derechos " (Katz editores, 2010) la economía en la era global actúa desplazando pautas y comportamientos territoriales a través de ensamblajes que expulsa formas y comportamientos originales del lugar, por otros que en materia productiva generan mayor riqueza y acumulación de capital. El ensamblaje no es una expulsión de respectiva práctica (pensemos en la pesca artesanal o en la pequeña agricultura) de manera arbitraria.
Grandes consorcios y proyectos económicos globales, se incorporan en el territorio para ensamblar otro tipo de actividades que no son soportadas por las formas originarias, ejerciendo finalmente un predominio de fuerzas. O te vas o el territorio adopta las pautas de esta nueva forma productiva. Esto está sucediendo a gran escala, pensemos en el diesel, la soja, o los mismos proyectos inmobiliarios.
Todo este preámbulo conceptual para referirse a lo que está sucediendo en el valle del Marga-marga, con la Termoeléctrica los Rulos. Este proyecto ya aprobado desde la intendencia regional tendrá un impacto sobre al menos cuatro comunas: Quilpué (Belloto), Villa Alemana, Limache y Olmue, a la que podríamos agregar Hijuelas y las colindantes al sector de La Campana.
Las distintas coordinadoras y la manifestación de los ciudadanos de todo el Valle nos recuerda lo sucedido en Aysén, o en otros contextos a las protestas en caravana acaecidas en el Val di Susa (Italia), con el megaproyecto TAV. Independiente de lo que sugiera la memora, lo cierto es que la resistencia es territorial y lo que marca el trasfondo. El Marga Marga en su conjunto, algunos de manera más intuitiva, otros con mayor convicción e información, se han aglomerado multitudinariamente por las calles para reclamarle al modelo extractivista global su derecho a habitar.
La clave de esto, es que más allá del impacto inmediato que un proyecto como este tendría sobre nuestras vidas, lo que está de fondo son las pautas que guían nuestra vida en comunidad. Estamos en un presente de la humanidad, en donde las categorías nacionales sólo siguen operando para la inserción de inversiones de capitales y para rituales deportivos como es el fútbol y su selección.
El predominio de los territorios, la resistencia territorial, es un ejercicio de soberanía sobre el lugar, que coloca al centro la comunidad, independiente de la fragmentación y la estratificación social, incluyendo aquello diferente interpelando a lo que siempre fuimos: sujetos sociales. El suceso pasa por avanzar desde una resistencia territorial hacia una práctica territorializante, desde el lugar en sus componentes productivos, políticos, sociales, ambientales y territoriales.
El Valle de Marga Marga ha sido interpelado y las personas están respondiendo, sin embargo queda un largo trecho cualitativo, al que Alberto Magnaghi denomina "conciencia del lugar".
Es aquella consciencia del lugar donde habitamos que nos debiera convocar en el presente y futuro. Es el trabajo por un arraigo social con perspectiva futura para no diluirse en la contingencia de Aysén.
Todo esto nos debe llevar a pensar en una sostenibilidad social (aumentar la densidad de las coordinadoras y no acotarlas); sostenibilidad política (disputarle un terreno de poder al gobierno local y sus consejeros para representar la voz de las comunidades); sostenibilidad económica (favorecer y proteger pequeñas iniciativas productivas que se dan a escala comunitaria, sea agrícola o de oficios); sostenibilidad ambiental (disminuir el uso del automóvil , reducir y reutilizar en lo posible los desechos y la basura); y por supuesto, sostenibilidad territorial, seguir ejerciendo prácticas territorialistas que sean capaces de disputarle la soberanía local a las grandes inversiones y corporaciones que se movilizan en la economía global.