Buenas conversaciones, buenos futuros
El Niño en el que Nadie Cree
El Niño en el que Nadie Cree
Los llamados para mejorar la educación de nuestro país son varios, pero nos remitimos en esta oportunidad a uno solo: creer en los niños, hacer que se crean el cuento, como padres, como profesionales, como voluntarios, como personas, como sistema.
Nina Sepúlveda. >
authenticated user CorresponsalNo se trata del cuento infantil de Pedrito y el Lobo que nos advierte del riesgo de alertar en vano un peligro, por el disfrute de burlarnos de la preocupación del otro, porque en algún momento cuando estemos frente a algún peligro real, nadie nos creerá, no. Se trata del niño que ni siquiera es capaz de identificar que se encuentra bajo un peligro porque tiene tal nivel de carencias afectivas y autoconfianza que puede incluso llegar confundir cualquier actitud como una expresión de afecto. Se trata de los niños vulnerables que día a día deben enfrentarse a una sociedad, un sistema educativo, una familia y un entorno que no cree en ellos.
Vulnerabilidad es el concepto que mejor define la condición en la que se encuentra un niño que nace, crece y se reproduce en un campamento. La precariedad del techo y del suelo en el que vive, el hacinamiento en el que duerme, la inestabilidad laboral de los padres y la segregación urbana en la que se encuentra, merma en la capacidad de proyectar un porvenir y contribuye a que presente una falta de motivación por el estudio que la profesora tatuará a fuego con frases como: el niño no está interesado en estudiar o no estudia porque es flojo. Tales características del medio en el que se encuentra son las que harán que este niño tenga un rendimiento escolar deficiente o que deserte de la educación formal del colegio desde ciclos cada vez más tempranos, llegando eventualmente a desplazar sus aspiraciones a expectativas más realizables como sacar la licencia de conducir que ofrece el colegio técnico o expectativas primarias como la concreción de un grupo familiar propio: ser mamá joven, que puede operar como salida a un proyecto educativo y de vida profesional frustrado por la falta de oportunidades y de creerse capaz ya que en el diario vivir es muy poca la gente a la conoce que ha sido capaz de salir de ahí a punta de esfuerzo, estudio y meritocracia.
Ahora bien, la vulnerabilidad específicamente educacional en la que viven los niños de un campamento, no solo se expresa en las condiciones de desigualdad que lleva a un juego superpuesto entre aspiraciones infantiles y expectativas cada vez más aterrizadas en los niños en edad escolar, sino que también es una dinámica que se presenta en sus padres.
El análisis preliminar de las líneas de base de los niños que participaron el primer semestre del programa de tutorías Nuestra Sala de la fundación TECHO- Chile, arrojó que existe un 80% de los padres con escolaridad incompleta, dentro del cual un grupo importante de ellos no tiene la expectativa si quiera que su hijo termine la enseñanza media. Interesante al respecto, es que los padres que declaran mayores expectativas educativas de sus hijos son quienes concentran los menores años estudio (primer ciclo básico) y, por supuesto, los que tienen escolaridad completa (12 años), lo que nos permite prever que la deserción, el quedarse “a medio camino” parece entonces afectar mucho más la legitimización del colegio, la escolaridad formal completa como vía de movilidad social y de superación de la pobreza.
Los llamados para mejorar la educación de nuestro país son varios, pero nos remitimos en esta oportunidad a uno solo: creer en los niños, hacer que se crean el cuento, como padres, como profesionales, como voluntarios, como personas, como sistema. La autoconfianza y seguridad, son clave tanto como el vinculamiento de los padres para lograr las condiciones que propicien un correcto proceso de aprendizaje a través de experiencias significativas que se exprese luego, entre otras cosas, en un buen rendimiento escolar. Sabemos que nuestro sistema educativo está colapsado y que son muchas las cosas que deben cambiar, pero que hoy por hoy esos colegios de malos puntajes SIMCE y de precarias condiciones, constituyen la única instancia formal de formación de cientos de niños en condición de vulnerabilidad. Debemos esforzarnos porque tengan un buen desempeño y experiencia sin caer tampoco en la nociva y asistencialista práctica de hacerlos pasar de curso. Desafíos complejos y de largo aliento, en el que un punto de partida más básico es creer en Pedrito.