Encapuchados de ayer y hoy: distinciones necesarias

Encapuchados de ayer y hoy: distinciones necesarias

07 Febrero 2020

Pareciera que la carnavalización de la protesta social, la representación espectacular de la misma, reiterada con afán y esmero en las últimas décadas, no dio los resultados esperados

Ernesto Guajardo >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Por Ernesto Guajardo

La presencia de un cuerpo encapuchado en la vía pública no es una inquietud reciente del partido del orden. En realidad, su intranquilidad es, a estas alturas, histórica, casi atávica, diríamos.

En efecto, ya el año 2000 escribimos un pretencioso texto al respecto, titulado “Las caras y las máscaras: una aproximación a la violencia popular”, el cual fue incluido en un libro que reunía diversas miradas, a favor y en contra de los encapuchados (Los andamios de la ira, Santiago, Ediciones La Cópula, 2000). 20 años, desde entonces. Dos décadas y volvemos a discutir lo mismo. ¿Por qué?

Releo ese texto al azar y me parece que no se ha avanzado mucho en el debate: no son las formas; rechazamos toda forma de violencia; son grupos minoritarios, y otra retahíla de frases fueron dichas en ese entonces y son enunciadas ahora. Sin embargo, hoy, al igual que entonces, la discusión sobre la forma elude referirse al tema de fondo.

¿Ha cambiado algo en la discusión de antaño y la actual? Pues sí, varias cosas. En primer lugar, la representación simbólica, a nivel del sentido común: los encapuchados ahora poseen una identidad: son reconocidos como “Primera Línea”. Esto supone un cuerpo, un sujeto (no necesariamente un proyecto, claro está) pero, y he aquí lo más significativo: a diferencia de hace 20 años atrás, los encapuchados de hoy han sido reconocidos como interlocutores válidos; se les entrevista, son invitados a encuentros de derechos humanos, son saludados en la calle y en redes sociales por parte de la población que no duda en expresarles su simpatía.

Esto pareciera expresar el agotamiento (o al menos la problematización) de determinadas formas de resistencia, comprendiendo a esta como la más amplia diversidad de acciones que expresan el paso de la disidencia discursiva a la realización de una praxis que la constituye en desobediencia activa. Pareciera que la carnavalización de la protesta social, la representación espectacular de la misma, reiterada con afán y esmero en las últimas décadas, no dio los resultados esperados y, en su reemplazo fue desplegándose de manera más articulada y numerosa una forma de confrontación que, si bien solía acompañar una manifestación carnavalizada, nunca lograba desplazarla, en grados de significación o relevancia. Por cierto, no es la única variable. Ya volveremos sobre el tema.

Foto: Augusto Gómez

Galería Imágenes

  • Encapuchados de ayer y hoy: distinciones necesarias