La consigna más triste

La consigna más triste

25 Mayo 2015

Rodrigo Avilés y todos los jóvenes que desde el 2006 marchan por las calles de nuestro país nos han dado una lección a muchos que nacimos décadas antes. Nos han enseñado que la patria no vale más que nuestros hijos, que la república no vale nada si no hay quien la defienda.

Alvaro Arriagad... >
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El reloj marcaba las 22 hrs del sábado recién pasado y un grupo de jóvenes agrupados fuera del Hospital Carlos van Buren, por calle San Ignacio, comenzaban a cantar con las manos en alto y ojos cerrados. Poco a poco distintas figuras oscuras se asomaban desde las ventanas del recinto público como desde las casas de los vecinos.

Conmovedoras líricas de esperanza trataban de estrechar y abrazar el corazón de una familia que hoy se ha vuelto un símbolo nacional por el dolor que furtivamente le ha tocado vivir, un dolor tan inesperado que ciertamente nos ha golpeado a todos en las últimas semanas como un yunque sobre los hombros de una democracia que ha perdido todo maquillaje. Toda una generación con almas menos amputadas que las nuestras y con sangre hirviendo ha gritado con el puño en alto y los pies sobre el cemento una y otra vez, año tras año, exigiendo lo que para ellos es justo, lo que para ellos es un derecho ¿Acaso no lo es?

Sorpresa o no esta familia se une al no menor número de familias que han debido ver como es que sus hijos salen a la calle con la alegría y rebeldía de una juventud que llama, invita y clama por un mejor país y que sin explicación alguna terminan en un hospital público para debatirse entre paredes blancas a una vida segundo a segundo más frágil.

No podemos permitir que el Estado de Chile ¡Nuestra República! vuelva a flanquear militarmente a nuestros hijos, a nuestros habitantes, a nuestros pueblos, y es que la impunidad con la que actúan las Fuerzas Especiales en Chile nos hacen recordar aquellos oscuros días de la Dictadura Militar.

Rodrigo Avilés y todos los jóvenes que desde el 2006 marchan por las calles de nuestro país nos han dado una lección a muchos que nacimos décadas antes. Nos han enseñado que la patria no vale más que nuestros hijos, que la república no vale nada si no hay quien la defienda, y que por el contrario, se dediquen a reprimir de manera desproporcional a nuestros estudiantes.

Es cierto, hay desórdenes y desmanes, como porteño lo sé. Veo como la ciudad es sitiada cada 21 de mayo, pero entonces me pregunto para qué tenemos los servicios de inteligencia policial, pues claramente a mí no me molesta que hayan infiltrados en cada movimiento, en cada marcha (porque los hay) si es que podemos prevenir estos hechos y así proteger los derechos de nuestros ciudadanos, no sólo de los que marchan, sino que también de los que viven y trabajan en las ciudades. Al pensarlo fríamente suena lógico y de sentido común, lo que llama poderosamente la atención es por que siempre en las marchas de estudiantes suceden estas cosas y no en otras.

La violencia con que actúa Fuerzas Especiales de Carabineros para reprimir las marchas de los estudiantes supera toda lógica y los defiende a medias la misma institucionalidad que los violenta a ellos también. Es un real sin sentido. Entrenamos a funcionarios para que actúen como animales cuando debieran proteger a nuestros estudiantes.

Los procedimientos están obsoletos y los funcionarios cada vez más violentos, urge la desmilitarización de la policía.

Basta de agresiones con sólo repercusiones sociales, queremos responsabilidades, es cierto, justicia para las familias, pero queremos un mejor país como lo han cantado cientos de miles de estudiantes por toda una generación.

Siempre he sido un convencido que Chile debe recuperar a su policía uniformada, eliminarle el sesgo que la ha marcado por el actuar inescrupuloso de funcionarios desequilibrados y violentos que actúan sin control, desmilitarizarla y educarla mejor. No es posible que quienes deban “velar por el orden público” sean quienes provoquen más daño del que debiesen resguardar.

Pero eso no es todo ¿Cierto? El Estado es un país política y administrativamente organizado, por tanto toda organización lleva una persona a cargo de tomar las decisiones y acá ya está bueno de que alguien se ponga los pantalones. Reprimen a nuestros jóvenes durante las marchas y pretenden cercenar a otra generación más.

No lo podemos permitir, no lo debemos permitir. Es nuestra responsabilidad. Se lo debemos a todos quienes han sido y son víctimas de la represión de la Dictadura Económica en Chile, porque para defender a unos sólo pareciera necesario un estrechón de manos, en cambio para otros, significa años de lucha cantando consignas para la libertad y la esperanza.

Se lo debemos a Rodrigo Avilés, Diego Guzmán, Ezequiel Borbarán, Paulina Estay, a todo el pueblo mapuche y a todos quienes han luchado y siguen luchando, mientras otros desde sus carteras ministeriales se lamentan por los consecutivos errores de Fuerzas Especiales pues le pueden afectar en sus preciados números y encuestas.

No más Estado represor ni más violencia, ese día sábado el pueblo triste ha vuelto cantar consignas que hablan de libertad, justicia y un dónde están los responsables en aquella noche fría en una calle aledaña a un hospital.

El círculo de la violencia debe acabar y para eso alguien debe asumir su responsabilidad.