La escuela y su rol durante la pandemia

La escuela y su rol durante la pandemia

08 Junio 2020

El contexto actual nos obliga a levantar la voz desde las disciplinas responsables de la educación y la salud, con autoridad profesional en estas materias, a pesar de los esfuerzos gubernamentales por desentenderse de ello.

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Por Mauricio Arenas Oyarce, Director Académico Colegio Winterhill de Viña del Mar * 

Mientras padres y madres hacen lo posible por el cuidado de sus hijos, lidiando con el teletrabajo, las tareas del hogar, o tratando de encontrar la forma de no morir de hambre, el rol de la escuela en este contexto deberá orientarse hacia la colaboración en el resguardo emocional de miles de niños y niñas que padecen hoy (y padecerán por bastante tiempo) el impacto negativo del aislamiento social, la amenaza latente de la muerte y la precariedad económica. Más dramática aún es la situación de aquellas familias que viven en la pobreza y cuyas realidades son desconocidas para nuestros líderes políticos (al menos para el Ministro de Salud Jaime Mañalich que se ha sorprendido por la miseria que invade los hogares chilenos).

Entre tanto desacierto de las autoridades a cargo de  la cartera de educación, como dar vacaciones en medio del encierro o hablar prematuramente del retorno a clases, resulta de vital importancia la reflexión pedagógica en torno a nuestro rol en este contexto. Una discusión informada y con base en criterios propios a nuestro quehacer pedagógico. Muy distinta de aquella que han planteado desde el MINEDUC, proponiendo priorizar objetivos de aprendizaje, retorno a clases con distancia social, evaluación SIMCE como diagnóstico, entre otras que solo dejan en evidencia que habitamos en Chiles distintos.

La discusión que hoy necesitamos darnos debe apuntar al resguardo de niños y niñas y al rol que en esa tarea debe asumir la escuela, teniendo en consideración las dramáticas desigualdades del sistema educacional chileno y de nuestra sociedad en general, que han visto la luz con más fuerza tras la emergencia sanitaria. Hace unas semanas, el académico Hugo Herrera Pardo (PUCV) lo expresaba en su columna en el Mercurio de Valparaíso; 

“La pandemia del COVID-19, y el confinamiento al que nos ha recluido, han trasladado hacia el espacio privado las desigualdades que, hace seis meses, estallaron en el espacio público.” 

El lamentable efecto colateral de una enfermedad que no discrimina, ha sido quitar el maquillaje deslavado de la supuesta modernidad y progreso en la que todos hemos creído, para dejar en evidencia, una vez más, que las desigualdades de nuestra sociedad son un cuadro grotesco de años de abandono, codicia e indolencia. Volvió a quedar en evidencia el apartheid del que ya nos hablaba Tironi a fines de la década de los ochentas y en el que aún viven miles de capitalinos que debieron cruzar la ciudad entera, desde la periferia pobre hacia la periferia acomodada, para contagiarse y luego llevar el virus a sus hogares en un periplo nefasto patrocinado por un sistema de transporte público que los hacinó más que sus propios guetos habitacionales. “Cómo animales al matadero” sentenciaba una pobladora entrevistada por algún matinal.

El contexto actual nos obliga a levantar la voz desde las disciplinas responsables de la educación y la salud, con autoridad profesional en estas materias, a pesar de los esfuerzos gubernamentales por desentenderse de ello con ministros de educación especialistas en ingeniería comercial o ministros de salud cuestionados desde sus pares al punto de la expulsión del Colegio Médico. Y esa voz debe ser enfática en reconocer que el contexto de emergencia sanitaria actual no es un escenario propicio para seguir pensando en el aprendizaje academicista del currículo nacional. Hoy los esfuerzos deberán orientarse hacia la contención de niños y niñas, hacia el establecimiento de vínculos (a pesar de la distancia), hacia la preservación de los afectos y el resguardo de espacios seguros, hacia la instalación  de rutinas y el desarrollo de la autonomía. Hacia la comprensión del medio y el desarrollo de la personalidad por medio de herramientas de resiliencia. En fin, nuestros esfuerzos desde el sistema educacional en su conjunto deben estar dirigidos hacia la preservación de la vida en todas sus formas y hacia la compresión de nuestras realidades bajo una óptica con base en la psicológica, las neurociencias y otras áreas del conocimiento afines al desarrollo humano. Tal vez un ejercicio aún más complejo del que se prioriza en tiempos normales, pero ampliamente más significativo y útil para las futuras generaciones. Los contenidos podremos retomarlos después. Habrá tiempo para ello.

Quienes hoy creen estar prestando un servicio educacional y promueven las clases virtuales pensando exclusivamente  en alcanzar aprendizajes desde lo académico, tributan a una visión mercantil de la educación instalada desde la dictadura militar y profundizada en democracia a través del sistema de voucher (niño que asiste, niño que se pega) y del fracasado diseño de subvención/privatización del sistema escolar. Lamentablemente, no solo algunas familias promueven esta lógica, también sostenedores y profesionales de la educación, movilizando cuantiosos recursos hacia la implementación de clases virtuales convencidos de alcanzar los aprendizajes proyectados para este año. Lo lamentable y riesgoso de ello es que dichos esfuerzos conducen al abandono o despreocupación de los aspectos socioemocionales que hoy ponen en riesgo a nuestros niños y niñas. No atender esos aspectos constituye una vulneración de sus derechos. Y por último, de lograr aprendizajes significativos en esta modalidad, obviando la opinión de especialistas desde educación y salud, no será entonces una muestra del éxito de la gestión institucional, sino más bien una evidencia de la irrelevancia de aquellos colegios en la formación integral de niños y niñas. 

* Mg. en Administración de Proyectos Educativos y Gestión Educacional. Diplomado en Prácticas curricular en contexto. Profesor de Castellano y comunicación. Licenciado en Lengua y Literatura Hispanoamericana.

 

Foto: Huawei / Agencia Uno