La quimera de la ciudadanía salvada por el “borde costero” en Valparaíso

La quimera de la ciudadanía salvada por el “borde costero” en Valparaíso

19 Febrero 2015

El acceso al mar no arreglará nuestro déficit de ciudadanía. Es más probable que lo haga una ley de puertos que obligue a las empresas portuarias a tributar una parte en Valparaíso, lo hará un gobierno comunal abierto, representativo, justo e idóneo. 

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Por Pablo Aravena Núñez

Instituto de Historia

Universidad de Valparaíso

Extinguido –en todo sentido– el incendio del Valparaíso, la atención se desplaza nuevamente del cerro al plan. El nuevo foco de atención lo constituye el inminente proyecto de ampliación portuaria conocido como Terminal 2 (o T2).

No sé si organizaciones, pero si Web’s, se levantan en contra de dicho proyecto apelando a una de las piezas maestras del imaginario apocalíptico del Valparaíso Patrimonial: el muro de containers y grúas que cercará la ciudad para no ver nunca más el mar. Pero ese muro también nos separaría justamente del carácter patrimonial de la ciudad, “depreciando el suelo del plan” y poniendo en peligro la “diversidad económica de la ciudad”. Estoy citando casi textual un volante emitido por MARPARAVALPARAISO titulado “Año nuevo, vida nueva para Valparaíso” (enero de 2015). En cambio ¿qué se reivindica? A Valparaíso como Capital Cultural de Chile, el acceso público al borde costero, diversidad productiva y “áreas verdes”.

Aquí la actividad portuaria queda como la fuente de todos los males. Y es verdad, tal como hoy se da la relación de esta actividad con la ciudad. Pero no por ello debemos tragarnos que la industria patrimonial, la actividad inmobiliaria, la gastronomía, la hotelería y la educación (hoy entendida dentro de la diversidad económica) son fuentes de beneficio y desarrollo. Pareciera que el volante aludido no estuviera dirigido a los habitantes de Valparaíso sino, para variar, a los turistas (no por casualidad está emitido en enero). He citado frecuentemente el informe del urbanista Pablo Trivelli del año 2011 en dónde los habitantes de Valparaíso ya dieron cuenta de su desengaño ante la promesa patrimonial (la “diversidad económica” no les significó ninguna mejora en sus vidas, todo lo contrario, les ha acarreado nuevas exclusiones)

Pero si revisamos las reivindicaciones –descartando el comodín político de las “áreas verdes”: recordemos aquella escena del film Caluga o menta– está ahí, una vez más, esa apelación al borde costero como escenario de la “ciudadanía”. Hasta donde yo recuerdo sobre cosas dichas en los debates sobre el puerto, esta asociación entre despeje del borde costero y ciudadanía fue instalada por la administración Lagos, en sus propios discursos… Y se nos vino encima un Mall, ahí en el borde costero. ¡Cuidado!

Será que la intelligentsia porteña sigue operando a partir del arquetipo de la Plaza Pública (gente hablando reunida en un espacio abierto) como imagen mental de esa abstracción que es el espacio público, donde se ejerce la ciudadanía. Pero, según yo entiendo, el ejercicio de la ciudadanía es la activa participación en los asuntos públicos, en el debate y toma de decisiones sobre el destino de la comunidad, lo que supone siempre una cuota de exposición y, por lo tanto, de valor de parte del (la) ciudadano(a). Pero este ejercicio demanda tiempo libre (algo de lujo tiene el ocuparse de los asuntos de la Polis) y cierta cuota de seguridad para estimular la exposición pública (el heroísmo no es algo con lo que podamos contar).

Entonces ¿en qué medida el despeje de containers y grúas de esa franja que la ciudad le tomó al mar puede solucionar el recorte de derechos sociales y laborales (seguridad, tiempo libre), estandarización de la educación, concentración de medios de comunicación y alienación internauta (diversidad para el debate) que han aniquilado al ciudadano para dejarnos a cambio el mero individuo?

Lo de hacer pasar espacios para el consumo por espacios para la ciudadanía es un truco conocido en nuestra democracia postdictatorial. Y siempre se podrá decir que nada impide que lo que fue hecho para el consumo sea “apropiado” para la ciudadanía (con todos los ecos de resistencia y subversión que trae asociados esta palabra). Pero francamente ¿en qué condiciones está Valparaíso para que esto ocurra realmente?

El acceso al mar no arreglará nuestro déficit de ciudadanía. Es más probable que lo haga una ley de puertos que obligue a las empresas portuarias a tributar una parte en Valparaíso, lo hará un gobierno comunal abierto, representativo, justo e idóneo. Pero por sobre todo lo hará una ciudad que se ubique en un país socialmente seguro e ideológicamente libre. Parece que la tarea no es tanto “cultural” como decididamente política.