[OPINIÓN] Estallido, fin de la metrópolis y reconstrucción de la vida

22 Octubre 2019

El gobierno actual encarna precisamente un comportamiento ético representante de una elite que solo ha aprovechado su posición de poder sobre marcos reguladores que se forjaron a su favor, sin democracia y en dictadura.

Gino Bailey >
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I

El estallido

La experiencia en relación a los movimientos sociales señala que no existe un cálculo ni una previsión que se pueda realizar para saber de su desenlace. Ante el estallido social, cambia la agenda pública, se develan problemas estructurales, tiende a situarse una memoria histórica y una memoria reciente respecto a la acción social colectiva.

La historia reciente del descontento social en Chile es densa y se ha ido acumulando en formas más enriquecidas y complejas de participación social unificada. Año 2011 los estudiantes y la agenda de la educación- precedida por lo ocurrido el 2008 y 2009-;  2012 el regionalismo y el aislamiento de Aysén; 2013-2015 los conflictos socioambientales por el agua, el ocaso de freirina y las zonas de sacrificio; 2015- 2016 más expresiones regionales como la inadvertida en Calama, 2016-2017 la reacción de No + AFP, las manifestaciones socioambientales en cadena para ciudades medias como Olmue, Villa Alemana, Limache y Quilpué en contra de las Termoeléctricas, el colapso ambiental de Quinteros- Puchuncaví acompañado por la emergencia de los feminismos, subjetividades e infancia. Aunque se escapan innumerables hitos el común denominador retrata una pobreza sobre las condiciones de vida que tenemos para relacionarnos. Cómo envejecer, vivir en los propios contextos locales, alimentarse, tener una vida saludable y conocerse sin distinción de clases. Forjar una cultura diversa pero conjunta, en común.

En esto el criticado sociólogo T. Parsons tenía razón. No se puede negar una relación estructural de la acción y desde ahí se desprende el primer análisis. La acción social, al igual que el comportamiento tiene una orientación y un sentido. Max Weber, quizás el sociólogo más importante nos propuso un modo de comprensión sobre el comportamiento humano basada en las orientaciones y sentidos que guiaban la conducta de las personas. La acción social delata una emergencia que no siempre es satisfactoria para todos ni todas. En muchos casos es violenta e inesperada.

Si uniéramos el conjunto de acciones que están aconteciendo en este momento tendríamos un análisis relevante para su trasfondo y orientación de futuros resultados. Negación a pago y evasión metro, adhesión a manifestaciones espontáneas, bloqueo del transporte público, cacerolazo espontáneo, auto-organización y manifestación pública espontánea, saqueo y bloqueo con barricadas, acción directa sobre cadenas del retail, manifestaciones pacifistas y no violencia activa, protección de la propiedad privada espontánea, etcétera. Existe también una línea de conspiración que deja entrever aristas de un estado de excepción cómplice de la violencia.

Tal como decía Touraine sobre este aspecto “La acción social está orientada en términos conscientes e inconscientes”. Esto no siempre es un agrado y la historia ha demostrado que existen claroscuros para los cambios sociales. El estallido actual no se podía prever, sin embargo todo apuntaba a que esta situación ocurriría. Un país configurado desde 1980 en base a marcos reguladores neoliberales, con un estado garante de lo social a través de subsidios y bonos y con una elite tendiente a fortalecerse, con una sociedad desgastada, frustrada y empobrecida en sus vínculos y una élite enriquecida sin querer perder privilegios, era lógico que ocurriera.

Las condiciones que están interactuando en la acción social actual se desdibujan entre lo heterodeterminado y lo autodeterminado. Lo indeseable casi siempre está en lo heterodeterminado, sea lumpen o saqueador, sea delincuente u oportunista, sea miedoso o aprovechador,  sea incendiario sobre monumentos y servicios públicos. Lo que revela son las condiciones sociales que hizo de determinada acción una reacción en cadena donde el dolor, la frustración y a-culturización fueron intencionadas en una sociedad que no se reconstruyó desde los derechos. Lo autodeterminado está en el cacerolazo, la no violencia activa, la congregación, el baile, la alegría y la espontaneidad de las manifestaciones públicas. Inclusive, también hay autodeterminación en algunas manifestaciones intencionadas hacia el retail y los bancos los grados de conciencia e inconsciencia. El cedazo por dónde pasa esto se encuentra en la libertad para autodeterminarse y la ética que está detrás. 

El gobierno actual encarna precisamente un comportamiento ético representante de una elite que solo ha aprovechado su posición de poder sobre marcos reguladores que se forjaron a su favor, sin democracia y en dictadura.

Hoy por hoy, luego de jornadas de estallido aparece la memoria colectiva reciente y la memoria colectiva inconclusa desde 1973. Esto trae la reminiscencia golpista de aquellos que nunca tuvieron justicia y de un estado que jamás prohibió el genocidio ni sus adherentes en la institucionalidad pública de una dictadura que también se manifiesta hoy.

Sin embargo la sociedad ha ido adquiriendo una experiencia en su memoria reciente, por el cúmulo sistémico de problemáticas acaecidas y de lo que se está defendiendo. No olvidemos que mucho de lo ocurrido en la Rusia zarista o en la revolución mexicana tuvo de ambos componentes hetero y autodeterminado. El resultado fueron los derechos sociales y nuevos pactos que hoy por hoy la humanidad agradece como parte de dichas luchas sociales El presente está ahí, en poder reconfigurar una sociedad en base a los derechos de segunda, tercera y cuarta generación que de manera inédita podrán sentar las bases donde, como diría Salvador Allende “ pase el hombre - y la mujer-  libre”.

Bibliografía

Touraine, Alain. Actores sociales y sistemas políticos en América Latina. Vol. 245. Santiago: Prealc, 1987.


Foto: Huawei / Agencia Uno