[OPINION] Política y Pudor (y Cultura) en Valparaíso

[OPINION] Política y Pudor (y Cultura) en Valparaíso

13 Febrero 2018
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Por Marcelo Mellado

Funcionarios perpetuos

El efecto Zaldívar, ya casi olvidado (al igual que lo de Javiera Blanco, nombrada consejera del Consejo de Defensa del Estado por razones espurias), corresponde a situaciones que tienden a repetirse a nivel nacional. Sé de varias reparticiones públicas afectadas por evaluaciones brujas de funcionarios que están a contrata que pasan a planta, sólo por su pertenencia a poderes fácticos ligados a la siniestra Nueva Mayoría u otras razones espurias. A nivel local, en Valpo, lo que ocurrió con la ex seremi de cultura que asumió impúdicamente la dirección del Parque Cultural, sólo por voluntad de permanencia funcionaria, para no hablar de corrupción tan directamente, es claramente un acto abusivo que, lo es aún más, en la medida en que nadie reacciona, al menos a nivel orgánico e institucional. Muy pocos artistas y organizaciones culturales (muchas de ellas meras estrategias de ocupación de espacios o de negocios culturosos) han levantado la voz, peor aún, han terminado por legitimar esos actos de corrupción blanda (o quizás no tanto), ya sea porque están cooptados o para no perder “beneficios” que otorga la manipulación oficial por la vía del amiguismo táctico. La legitimación del abuso suele tener consecuencias nefastas, bien lo sabemos los chilenos gracias a la iglesia y al ejercicio de poder de la oligarquía, que extiende esa cultura del abuso a través del modelo de los partidos políticos tradicionales y de otras prácticas de subordinación. Al final, el abuso de poder es también abuso de la intimidad, es decir, sexual. Todo ejercicio de poder efectivo implica, en algún punto, introducir una cierta erección protuberante en un hueco u hoyo piloso, o alguna concreción simbólica semejante que implique subyugación, ya sea de machismo o de  mujerismo fálico.  

Nos podemos imaginar que en todo nuestro largor territorial la clase burocrática que creó la Concertación y la Nueva Mayoría querrá mantenerse a flote, navegando en un río de caca, esa espesura licuosa que los invisibilizaría por un tiempo. Sería interesante estudiar los modos de generación de esta nueva clase, porque su origen está claro, pero sus redes y negocios es algo que no es tan nítido. Porque no cabe duda que esa capa social burocrática ha ido adquiriendo intereses de clase, el que por una parte está relacionado con los operadores políticos, pero también con negocios político administrativos que alcanzaron incluso, era que no, el escenario cultural y todo el aparato institucional. Todo esto supone movilidad social y la construcción de mafias y aparatos fácticos de poder que se extienden en el ámbito público y privado, en el mundo empresarial y el académico. Como escritor me interesa establecer ciertas coordenadas o mapas de redes criminales (o de tributo criminal a la política) que me permitan trabajar sobre esas referencias.

El arte de la culpa o la culpa del arte

Insisto en la queja contra el gremio, la comunidad culturosa (para no usar el mote de cultural) no reacciona frente a estos hechos punibles, no porque no los rechace, sino por simple y clara pusilanimidad y, también, por la falta de compromiso con las buenas prácticas. Y, quizás, por otro lado, una suerte de mediocridad estructural que recorre a los artistas porteños y nacionales. Los artistas hace rato que perdieron esa especie de supremacía ética que alguna vez creyeron tener. Hace mucho rato que suelen legitimar estas operaciones, ya sea por cooptación, como decíamos antes, pero también porque ya perdieron el espíritu crítico y de justicia que era una especie de divisa moral que los caracterizaba (quizás es un mito). Incluso impresiona que el niño alcalde Sharp haya legitimado a la “maldita” directora del Parque en su cuenta pública, cuando él debiera apoyar la causa ciudadana, pero no, está más preocupado de hacer política canónica, al viejo estilo conservador de la política, así como nuestros artistas están más preocupados de instalarse en un  nuevo tipo de cortesanía. O como me decía una amiga del área de la danza, “ahora impera una especie de sálvese quien pueda”.

En lo personal, espero que la derecha haga el trabajo sucio y saque de su cargo a esa funcionaria impúdica que llegó al Parque Cultural con tan malas artes y que, además, de deshaga de tanta basura humana que hay alojada en la Intendencia Regional y otras reparticiones, y  que tanto daño le han hecho a nuestra convivencia, y, más aún, han impedido el trabajo cultural genuino. Por último, le agradeceríamos a la derecha, que elimine a los sujetos funcionarios “cochinos” (NM) que tienen visibilidad mediana (que no floten, como suele decirse en esa agüita viscosa que los oculta); obviamente los nuevos también serán objeto de nuestro odio, pero será un odio y un desprecio nuevo.

Puedo estar cometiendo el error de muchos ingenuos que recibieron muy conformes al ejército invasor, sólo porque iban a deshacerse de las autoridades que los maltrataban. Muchos de ellos fueron considerados traidores y fusilados, luego. No me importa demasiado, aquí no hay adversarios ni enemigos, sólo hordas oportunistas que buscan guarida. Yo quiero la muerte civil para ellos, lo que es muy lógico, no sólo por el maltrato de obra, sino porque nos han negado la sal y el agua, y nos han querido destruir. Ojo, quizás sólo se trata de una metáfora alojada en un chiste fome.

A pesar de que el Estado y sus parcelitas es una especie de botín de guerra o de batallas, aún hay grandes funcionarios estatales, sería injusto no reconocerlo; gracias a muchos de ellos el país funciona, a pesar del negocio que hacen los partidos políticos y los grupos fácticos que protagonizan la escena político cultural.

El Neofacismo

Si estos malditos sufrieron una derrota estratégica, las razones están a la vista. Este perraje hizo de la cultura un escalón de su carrera política para instalarse como una nueva clase ascendente con residencia en Viña del Mar, Reñaca o Con Con, que es lo que corresponde en su escala valórica. Hay otros que alojan en el barrio organizando eventos culturosos festivos, al estilo “movida española”, que no es más que invasión del espacio público, que lo hacen pasar por participación ciudadana. En algún punto la gentrificación tuvo de modelo urbano Barcelona, pero eso ya debe haber quedado atrás, Valpo es una ruina difícil de sobrellevar y la endemia mafiosa impide la práctica de la diferencia.

Llamaremos síntoma neofacista a esa impostura populistona que hace de la jerga  ciudadanística y de participación, una sicosis de manipulación muy autoritaria que se aloja en una tribu u horda vociferante y con vocación de montonera, en donde la voluntad de verdad se aloja en una seudo conciencia colectiva. La clave es la voz que hace el rol de representación de ese deseo posesional-posicional. Recuerdo a algunos putos de la NM que se pasaron al Frente Amplio (incluso al Movimiento Valparaíso Ciudadano) para continuar con su negocio. Es clave la patología de sujetos gorilones que son herederos de la descomposición de la saga patético heroica de la revolución de opereta.

No le agradeceremos a la derecha que se deshaga de la grasa, como le dice Piñera, sólo haremos lo que hace cualquier sujeto amenazado de omisión estructural (lo más parecido a la muerte ciudadana y cultural), aprovechar la división del enemigo y tratar de sobrevivir fuera del negocio de la bipolaridad de los que se reparten el power político administrativo.

Todos valemos callampa (los artistas también), pero aún así tenemos derecho a la vida, al menos a la vida documental. Yo quiero seguir ejerciendo mi oficio en este país de mierda, o en esta ciudad fallida, no me queda otra. Voy a pelear por la dignidad y el pudor. Tengo derecho al trabajo sin tener que debérselo a un funcionario perverso que te lo va a cobrar.

Les pido a mis amigos diputados del FA que por favor, en cultura, no se olviden de interlocutar con la diversidad de practicantes de la huevada cultural, no sólo con los perturbados y malditos culturientos, de aquellos neofacistas que ocupan la cultura como táctica de inserción política sobrevivencial y aspiracional.

Yo no quiero convertirme es escritor lameculista, como corresponde al proyecto institucional que nos asigna la política y la cultura tradicional, o dedicarme a productor de eventos patéticos, de carácter público, para poder relacionarme con el power político, sólo me interesa hacer la crónica de la debacle democratoide.

(H)elarte

Sólo quería, para terminar, ratificar algo que para mí es muy necesario, denunciar la pusilanimidad de la producción política cultural de un porteñismo que no necesariamente responde al Valparaíso histórico, que no está a la altura de lo que se supone que es una ciudad que se postula como referente cultural. Todos los síntomas hablan de una hipertrofia sistémica y de una mierda estructural incapaz de construir imaginarios críticos potentes o paradigmas de producción de obra que no sean la repetición de códigos de la obviedad resistencial o del chupapiquismo delirante de la basura sobrevivencial y miserable.

Este puterío poweroso ha convertido a Valparaíso en una ruina creativa, en una Gomorra alquitranada que no es capaz de responder a su historia potente y patrimonial. Valpo debe desprenderse de toda esta basura culturosa que armó el progresismo maldito como una de las grandes imposturas del ideologismo sobrevivencial de la clase burocrática que diseñó la concertación-nueva mayoría.

Ese fracaso del arte es también su gran logro, es decir, un cambio de modelo de trabajo. Ahora ya no hay artistas, sino “innovadores creativos”, como le dice al fenómeno el crítico William Deresiwicz, al describir a estos operadores político culturales que en nuestro contexto terminan diluidos en el magma de los sistemas políticos mafiosos.

El neofacismo surge para enfrentar al neoliberalismo más triste, para reconstruir un imaginario neoconservador que ya es imposible; la izquierda, dicho sea de paso, ya no existe o se diluyó en las zonas de confort a las que pudo acceder. Apenas un pendejismo fatuo, cómodo, conservador, y mal comportado.

Quizás, para no parecer nihilista clásico, habría que confiar en un vecindario activo, autónomo, que hace ciudad desde su hábitat más elemental, el barrio, como último enclave del pudor. Pudor y poder, he ahí el conflicto estratégico.