Respuesta a Pablo Aravena y su artículo "La quimera de la ciudadanía salvada por el borde costero”

Respuesta a Pablo Aravena y su artículo "La quimera de la ciudadanía salvada por el borde costero”

20 Febrero 2015

Subestimar la condición Patrimonial de Valparaíso sólo ayuda a los intereses de quienes sí pueden dañar de verdad a Valparaíso como son aquellos particulares de las inmobiliarias de las grandes torres, el caso de EPV y sobretodo las políticas del Estado de Chile.

Gonzalo Ilabaca... >
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Gonzalo Ilabaca, pintor

Leer La quimera de la ciudadanía salvada por el "borde costero" en Valparaíso de Pablo Aravena

El T2 está originando comentarios, debates profundos, ironías. Menos mal, porque el incendio de Valparaíso casi pasó sin pena ni gloria en lo referente a cómo la comunidad porteña debe pensar la ciudad a futuro y la decisión “para que no se repita” se la dejamos a los especialistas técnicos, lo que es absurdo.

A todos los que están opinando sobre este temática portuaria en particular lo primero que uno podría pedir (si es que uno puede pedir algo) es saber si consideran o no que el diseño del T2 es el mejor diseño para Valparaíso. Porque el T2  (y no otro) es actualmente el único diseño portuario en nuestro mejor borde costero para los próximos 30 años de nuestra ciudad. Partamos por ahí.

Una ley de puertos es indispensable. Eso nadie que ame esta ciudad lo ha negado. ¿Pero cómo obligamos a las empresas a tributar en Valparaíso? Pablo dice con un gobierno comunal abierto, representativo, justo e idóneo. Los que estamos en contra del T2 sabemos que este es un mal diseño y que el puerto no tributa en Valparaíso porque justamente es una idea centralista, a espaldas de la región y por lo tanto con nuestros actos y pensamientos lo que más queremos es justamente poner este anti T2 como icono importante de la regionalización y por eso estamos asociándonos, abriendo posibilidades para que sea justo e idóneo, comunitario y representativo por parte de los porteños o porteñistas y así exigir un mejor trato a nuestra ciudad y región. Esperar que el país sea “socialmente seguro e ideológicamente libre” es dejar con las manos libres en su actuar a todos aquellos que en corto plazo buscan su propio enriquecimiento en desmedro de nosotros. Y la muralla de containers comienza en junio del 2015, aunque en realidad ya empezó hace mas de un año.

Este es un proceso en movimiento, que se va profundizando, en el cual todos vamos aprendiendo. Detenerse en los enunciados de un panfleto de verano es subestimar la capacidad de trabajar de individuos que pueden ser un aporte en nuestra ciudad, es decir, ¿por qué no valorarnos el ciudadano que no quiere ser aniquilado por el individuo que no reacciona, que no levanta la voz, que no le importa nada? ¿Por qué mejor no unirnos entre todos ya que tenemos las ganas de escribir, comentar sobre nuestra ciudad? ¿Por qué no pasar a la acción después del pensamiento? Como sí lo hacen quienes están manejando los hilos para llenarnos de containers que separarán nuestra ciudad.  

El despeje de containers no es algo menor, es una lucha puntual, en un momento puntual, en un lugar puntual. No va a solucionar la mala política de Chile con todo aquello que bien nombra Pablo, pero va a dejar entrar aire a nuestros pulmones, nos alejara del computador de la queja. “Para salvar al mundo hay primero que salvarse a uno mismo”. Para eso sirve despejar estos containers, para pensar en un futuro partiendo por algo que sea amable con el porteño ¿lo es el T2 y su muralla?

Se quemaron 3.000 casas y seguimos como si no hubiese pasado nada. Sacar los containers y abrir la costanera es consolidar al anfiteatro para que llegue al mar (la ciudadanía y el descanso y la revaloración del territorio) y para que el mar llegue al anfiteatro (el puerto con sus ingresos). Porque tener acceso al mar en el borde costero representa dos cosas al mismo tiempo: Aire de dignidad para los porteños (¿acaso hay algún porteño que no le gustaría que entre el muelle Barón y el muelle Prat estuviera de libre acceso?) y al mismo tiempo es reubicar el puerto y pedir la ley portuaria.

Subestimar la condición Patrimonial de Valparaíso sólo ayuda a los intereses de quienes sí pueden dañar de verdad a Valparaíso como son aquellos particulares de las inmobiliarias de las grandes torres, el caso de EPV y sobretodo las políticas del Estado de Chile que ha regalado históricamente nuestras riquezas minerales, el agua y ahora el puerto de Valparaíso, porque no hay que ser muy inteligentes para saber que el concesionario es aquí el más beneficiado de todos. Por lo tanto desviar el asunto del gigante que daña a nuestra ciudad -quizás en forma irreversible- e igualarlos en sus efectos a los intereses de pequeños empresarios o gestores que quieran hacer turismo, empresas culturales, gastronomía, (todas ella juntas jamás van a hacer un gran cambio a la identidad de toda la ciudad) es más que nada una catarsis personal, en desmedro de lo más importante, pensar el futuro  y los verdaderos peligros del futuro de nuestra ciudad.

¿Por qué encontrar todo malo en un sector minoritario de la ciudad como es, por ejemplo, (porque ahí van cargados esos dardos) lo que ha pasado en el cerro Alegre o Concepción, en donde inversiones privadas si bien han desplazados a los porteños originarios (quienes han vendido voluntariamente sus casas, decir que fueron despojados es subestimar a eso porteños ¿ debemos considerarlos unos tontos?) también es cierto que esos inversionistas están dando trabajo, han restaurado casas históricas e implementados pequeños hoteles y restaurantes donde antes no había cómo recibir a los visitantes ¿Acaso nunca hemos sido nosotros visitantes en otras ciudades? ¿Pensamos en los palafitos de Castro en Chiloé  mientras comemos un curanto que  alguien de ahí fue desplazado? ¿Acaso vislumbramos que lo de esos dos cerros en particular va a pasar en todo el ancho, largo y alto de Valparaíso y que todos los porteños vamos a ser desplazados?

Mejor y más urgente es constatar  la realidad social y esta es que el T2 ya expulsó (esa es la palabra) a los pescadores del muelle de la Sudamericana, no contempla el dique y sus trabajadores y claramente, aunque no lo sepan ellos, perjudicarán a todos los lancheros del muelle Prat y por lo tanto también a nosotros como asiduos visitantes. O sea una sola empresa desplazará obligadamente a muchas más familias que todas las pequeñas iniciativas comerciales en esos 2 cerros emblemáticos, con la diferencia que  a cambio de eso, no podremos ni comer, ni dormir, ni pasear ni mirar en esa área.

Por lo tanto el futuro de Valparaíso nunca va a ser muy dañado por los chicos, sino por los gigantes que están ahí, no pagando  tributos, haciendo desaparecer los oficios de la orilla, quitándonos para siempre la posibilidad de llegar nuevamente al borde costero con su muralla de containers y tapándonos la vista con grandes torres que no respetan nuestra geografía, alguna s de ellas, como el mall Barón, proyectadas más encima en nuestro borde costero que es de todos los chilenos. Gigantes que no viven aquí, ni apuestan por la ciudad ni nos quieren, ni nada de nada salvo ganar dinero a como sea lugar. Pensemos en ellos antes que nada.

Que  el estado, las autoridades locales y principalmente nosotros -los porteños- no hayamos entendido lo que es Patrimonio no es culpa del Patrimonio. Pero el Patrimonio puso de nuevo en el mapa a Valparaíso. En su declaratoria (y esto es lo que ella promueve en el mundo) para la Unesco, Valparaíso es un todo integrado en donde destaca la forma cómo el porteño se adecúa a su geografía, la actividad portuaria y la vocación marítima de cómo Valparaíso se relacionó con el mundo. Para nuestras autoridades es todo lo contrario. El puerto crece y se diseña por un lado independiente de la ciudad y sus habitantes, la zona Unesco es solo el 2% del territorio de Valparaíso, de modo que en el otro 98% se puede hacer cualquier cosa y la relación de Valparaíso con el mundo se resuelve en las toneladas de cerezas que podamos exportar.

La pregunta de cómo obligar a las empresas portuarias a tributar en Valparaíso va relacionada a poner en la balanza a algo que pueda ser tan grande como los intereses particulares de dichas empresas portuarias e inmobiliarias y eso es el Patrimonio, porque este, bien entendido, puede realmente jugar un rol importante en valorar nuestra identidad, en potenciar el comercio a nuestra escala y en la forma de relacionarnos a través del mundo, no solo desde la perspectiva de los negocios, sino también de la cultura entendida esta como nuestra idiosincrasia. Por lo tanto yo no separaría la cultura de la política sino todo lo contario, dirigiría a Valparaíso, una de las ciudades más pobres de Chile, a través de la política de la cultura, ya que todas las otras políticas (si podemos llamarlas así) han fallado, incluso la portuaria. Políticas que nos están dañando, robando, engañando y por eso ha sido tan larga y dramática nuestra  decadencia. ¿Por qué no apostar entonces por una política de la cultura porteña y regional?

Por lo mismo, en la realidad de un Valparaíso que no entiende el patrimonio, yo no hablaría del Patrimonio de la Humanidad sino de la Humanidad de nuestro Patrimonio. Nuestra riqueza es el anfiteatro que rodea a la bahía, abrazándola. Porque la geografía es la que moldea nuestra personalidad, y somos autogestores, creativos, imprevisibles, ingeniosos, comerciantes, inestables, democráticos, cosmopolitas, viajeros, pendencieros (no peligrosos),fiesteros  y aguerridos gracias a la geografía  de los cerros y al mar con nuestro puerto. Y  todas esas virtudes son nuestro patrimonio. Consolidar el patrimonio es consolidar nuestra geografía, nuestra identidad, nuestro anfiteatro abrazando al mar y al puerto.

El patrimonio por lo tanto, es la valoración de nuestra identidad, que es distinta a todas porque nuestra geografía es distinta de todas. Debemos asociar la Humanidad de nuestro Patrimonio -lo local- a lo que puede comunicarnos con el mundo como es el Patrimonio de la Humanidad que es la Unesco. En ese socio encontraremos un aliado fuerte que haga que nuestros gobernantes y autoridades locales no pongan solamente al poder económico por encima para diseñar nuestra ciudad. La tributación portuaria es nuestra pelea regional, aunque mucho mejor sería que el puerto fuera de Valparaíso. El patrimonio de la Humanidad debería ser nuestra estrategia de asociarnos con la parte del mundo civilizada (que la hay, porque si no, estaría todo perdido), porque esa comunidad internacional es un buen espejo para salir de nuestra isla donde nos miramos el ombligo, donde todo está permitido, ya que tal como dijo Nicanor Parra, “aquí no se respeta ni la ley de la selva”.

El T2 es un pésimo negocio y amerita que todos, dejando nuestras diferencias personales, nos unamos para que no se haga. Todo lo otro es más que importante pero lo único que tiene fecha de inicio es el T2, por eso debemos juntarnos en vez de descalificarnos. ¿Por qué eso nos cuesta tanto? Tenemos nuestra ciudad en el suelo.  Seamos cariñosos con Valparaíso como el viejo Valparaíso ha sido cariñoso con nosotros.