Sentidos comunes en tiempos de pandemia

Sentidos comunes en tiempos de pandemia

31 Diciembre 2020

A lo mejor, es tiempo de cuestionar y de enmendar el rumbo, no solo el personal, sino que el social.

Marcelo Beltrand >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

El sentido común, al decir de Gramsci, es un concepto equívoco, contradictorio, multiforme. Es un producto y un devenir histórico, por lo que no existe una única versión de él. Definido como una expresión de la concepción mitológica del mundo (que) no sabe establecer los nexos de causa a efecto (…) su rasgo más fundamental es el de ser una concepción disgregada, incoherente, conforme a la posición social y cultural de las multitudes. Por otra parte, Henri Bergson define al sentido común como “la facultad para orientarse en la vida práctica”; y para Mora-Anda el sentido común nos ahorra tonterías: calcula lo probable y lo improbable, lo razonable y lo absurdo.

El sentido común, el menos común de los sentidos, en su construcción, encontraremos la suma de los prejuicios y la totalidad de las creencias religiosas y políticas del sujeto, o los sujetos y por ende, de sus comunidades.

En suma, y quizá, el error está en creer que existe un sentido común.

El sentido común no cuestiona, solo enjuicia; el sentido común no es crítico, más bien conservador. Porque, es de sentido común, por lo tanto no es cuestionable, como si con eso bastara para que todos entendamos de qué se trata, como si al decir que es de sentido común, toda explicación argumentativa sobrara. Pero, no existe un sentido común. Cada comunidad, cada grupo, cada clase construye su propio sentido común. Mismo nombre, diferentes contenidos y sentidos.

Entonces, cuando hoy escuchamos los discursos del poder en medio de la crisis que vive el país, los escuchamos hablar a nombre del sentido común, lo que debemos saber, es que a lo que apelan, no es al mismo sentido común que podemos entender los que no estamos en la minoría gobernante. Y es solo cuestión de observar las políticas y proyectos promovidos en el último tiempo: Ley de Inteligencia, vetos presidenciales a proyectos de ley debatidos en el Congreso; entrega de cajas con mercadería, militares en la calle, toque de queda, y una larga lista de leyes y proyectos que no benefician a una mayoría. Acá, el sentido común que ha prevalecido ha sido uno de contenidos miopes y desinformados, con total ausencia de la realidad del país. Solo tenemos que recordar que la actual ministra de transporte no sabía que la gente ocupaba tanto el metro en Santiago, o el saliente ministro de salud, desconocía que en Chile existiera tanta pobreza. Sus dichos, solo nos hablan de una mirada, limitada, sesgada y parcial de la realidad que debieran conocer, porque, así lo dice el sentido común.

Pero, el sentido común de los gobernantes, no es el sentido común de los gobernados.

Para un ministro de la vivienda, era de sentido común (para él y su clase), tener una casa propia, un departamento y una casa en la playa; para un ministro de economía es de sentido común (para él y su clase), hacer cuarentena y quedarse en casa haciendo teletrabajo.

Para una gran mayoría de la población, es de sentido común, salir todos los días, sí o sí, a trabajar y vivir el día a día. Comprar comida a crédito y, es de sentido común, que el rico será rico y el pobre será siempre pobre. También es de sentido común la compra navideña, o la visita al mall.

Entonces, en estos días de cierre de año y recuento de pandemia, podemos pensar en el sentido común, o mejor, en aquellos sentidos que queramos para el año que viene.

A lo mejor, ahondar en el sentido de la vida no está de más. En el sentido que le damos a nuestros actos y comprender y aceptar que estos, repercuten en los otros. Pensar sobre el sentido que ha ido tomando nuestra sociedad, nuestro país. Chile se ha convertido, a lo largo de los años en una franja de tierra llena de contrastes, manchas de desigualdad que hemos ido naturalizando (gracias al sentido común). Hemos naturalizados la pobreza, como si el mal vivir fuera parte de la vida; hemos naturalizado que unos tenga mucho (pero mucho) y otros, tengan poco (pero poco); hemos naturalizado que la vida se vuelva una eterno pago, como si desde hace un tiempo, la vida se volviera un largo crédito, que no sabemos cuándo terminaremos de pagar, porque, el futuro se ha vuelto incierto. Ya no nos complicamos para endeudarnos, ya no nos complicamos, porque necesitamos vivir, necesitamos comprar, necesitamos objetos.

A lo mejor, es hora y tiempo de pensarnos. Mirarnos y preguntarnos, sin miedo, si la vida que tenemos nos gusta. A lo mejor, es tiempo de cuestionar y de enmendar el rumbo, no solo el personal, sino que el social.

Hoy, en tiempos de pandemia, en tiempos de crisis casi permanente, en tiempos en que el futuro se hace incierto y la incertidumbre se va convirtiendo en sentido común, necesitamos mirar y reconocer lo que tenemos. Mirar, reconocer y cambiar.

 

Foto: Huawei / Agencia Uno