Por Diego Pérez Alfonso

La actual administración municipal de Villa Alemana se propuso construir el edificio consistorial que reunirá definitivamente las oficinas repartidas por toda la ciudad, lo cual ayudará a dar una mejor atención a los vecinos y ofrecer mejores condiciones de trabajo a los funcionarios municipales. Mientras la construcción de varios pisos –que avanza a velocidad faraónica- comprende más de 8600 m² en el terreno donde hasta hace poco se emplazaba la parte poniente de la plaza central de la ciudad, su etapa previa ha evidenciado de manera clara la forma en que hoy se toman las decisiones importantes y caras de Villa Alemana.

El edificio, junto con imponer un tamaño desproporcionado para las escalas tradicionales de Villa Alemana, propone una estética incoherente con el entorno y la ciudad en que se construye. Si lo anterior puede considerarse como una apreciación subjetiva, la relativa a la ubicación del edificio no lo es: para levantar el edificio se sacrificó, sin más, la mitad de la plaza central de la ciudad, pérdida que no tiene vuelta atrás. ¿Cuál era el problema en llamar a una consulta pública para que los vecinos pudiéramos manifestar nuestras preferencias en torno a distintas propuestas no solo del diseño, sino que también sobre la ubicación del edificio? ¿Esto no merecía una consulta?

La construcción de este edificio se suma a la generosa lista de los “hechos y no palabras” que hacen aún más incoherente el forzado y pretencioso eslogan (que no es más que eso) de Capital del Medio Ambiente con que se ha autodenominado a la ciudad por la actual administración, en detrimento de su histórico lema Ciudad de la Eterna Juventud. Resulta un contrasentido que la modernización de los edificios cívicos elimine espacios públicos tradicionales que le dan identidad a la ciudad. Junto con lo anterior, con la construcción de este edificio en lo que era la plaza se perdió la oportunidad de hacer crecer el centro de la ciudad generando un polo de desarrollo cívico en otro barrio cercano al Centro. Villa Alemana creció: hoy tiene más de 130.000 habitantes y no se ha ofrecido una propuesta de desarrollo de verdad para otros sectores de la ciudad, la que ya no es un pueblo pero sigue pensando como tal, usando y abusando de la misma plaza para eventos recreativos, deportivos, artísticos, comerciales y, ahora, agregándole esta tremenda mole como edificio consistorial. El desarrollo comunal debe invitar a potenciar barrios, no a agotarlos, y entender a la ciudad sólo desde su centro, además de ahogar lo que tenemos, significa negarle a otros barrios posibilidades de crecimiento bajo estándares armónicos de desarrollo, ojalá sostenibles, tal como lo haría una ciudad que de verdad trabaja no para ser capital, sino que solo respetuosa del medio ambiente.