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¿Qué dirían si en lugar de condimentar la comida usando solo sal y pimienta, lo hicieran con música? Según lo sugiere el profesor y psicólogo experimental, Charles Spence de la Universidad de Oxford, las comidas deberían además “sazonarse” con música. Una pizca de ópera, un toque de electrónica o incluso una cucharadita de cumbia, podría mejorar la percepción de los sabores.

Pero lo anterior no es al azar, ya que para asegurarlo, se llevaron a cabo pruebas sensoriales en el Multi-Room Sonic Wonderland de Sony, donde 50 voluntarios de seis países europeos fueron analizados.

Los experimentos probaron la idea de “condimentar” la comida con música nativa. Al probar comida francesa, los participantes informaron que sabía mejor si se acompañaba de un acordeón francés, de la misma forma que Puccini mejoró el aroma de los platos de pasta. Los resultados también fueron similares con la comida española, griega y alemana, según demostraron los experimentos.

Según Spence “no es nuestra lengua la que saborea la comida sino que es nuestro cerebro el que recibe las experiencias de los sabores. El sonido que nos envuelve tiene un efecto sustancial en nuestra experiencia gastronómica, la música puede despejar el paladar, puede influir y cambiar el sabor y puede potenciar toda la experiencia”.

Así, pudo descubrirse que escuchar música clásica favorece que el vino y otras bebidas parezcan mejores y más caras, la música lenta puede favorecer que los aromas duren más en la boca y sonidos como el del piano combina perfectamente con frutas como la frambuesa y la mora, probablemente porque son dulces.