Protagonizan la cinta una mujer que es epidemióloga y un hombre que es chef, quienes en el transcurso de la película se van enamorando, a pesar de sus evidentes resistencias a los vínculos afectivos.
Por Pablo Morales
Estimulado por la contingencia sanitaria, en mi cuarto día de cuarentena voluntaria volví a ver “Perfect sense” (2011), de David Mackenzie, película que en el mercado de habla hispana fue titulada como “Al final de los sentidos”, una traducción inexacta y media spoiler. La cinta trata sobre una pandemia y aunque este tema ya es un cliché en la industria del cine, en “Perfect sense” la historia se aborda mediante un estrecho lazo entre forma y contenido, lo que la hace distinta y a fin de cuentas, atesorable.
Desde un principio el film se aleja de lo que conocemos como películas de pandemia, porque el primer síntoma de contagio que manifiestan los seres humanos es ponerse a llorar desconsoladamente. Las personas lloran −dice una voz en off− al recordar los amores que no fueron posibles, las amistades que ya no están, el daño infligido a otros. Y luego del llanto viene la pérdida del sentido del olfato. Los científicos están desconcertados. No se sabe bien si se trata de un virus o de una infección bacteriana. No hay un patrón evidente para explicar lo que ocurre, pero lo cierto es que este llanto y la posterior pérdida del olfato se propagan de forma acelerada sobre el mundo.
Protagonizan la cinta una mujer que es epidemióloga y un hombre que es chef, quienes en el transcurso de la película se van enamorando, a pesar de sus evidentes resistencias a los vínculos afectivos. Cuando ambos ya han soltado el llanto iniciático y luego no pueden percibir el aroma del café, vuelve la voz en off para decirnos que sin el olfato desaparece un mar de imágenes del pasado. Mientras, la pantalla se llena de fotografías que parecen extraídas de álbumes familiares de diferentes partes del mundo. La música, compuesta por el famoso músico minimalista Max Richter (el mismo de “From Sleep”, un disco ideal para irse a dormir), acompaña la trama con pianos, chelos y violines que enfatizan la sensación de fin de mundo.
Paréntesis: el documental “Empire of Scents” (2014), de Kim Nguyen, trabaja la idea de que el olfato es el más evocador de los cinco sentidos, ya que nuestra memoria olfativa nos permite asociar un olor a un recuerdo, a una persona o a un acontecimiento específico. Hay aquí testimonios olfativos de neurocientíficos, periodistas, escritores, perfumistas, enólogos y terapeutas. Además, hay un perfil detallado de algunos elementos famosos por sus aromas, como el ámbar gris, una materia prima de alta cotización en la industria de la perfumería que no es más que mierda de ballena solidificada por las aguas del mar.
Volviendo a “Perfect sense”, luego de la pérdida del olfato la pandemia avanza afectando de modo paulatino el resto de los cinco sentidos humanos. Cada pérdida viene acompañada por sentimientos disímiles: tristeza, avidez, rabia, amor. Y es aquí cuando la cinta adquiere su mayor riqueza formal, pues el director toma bellísimos riesgos estéticos, consciente de que en las formas del cine también puede encarnar el contenido. De este modo, en mitad de la película, la narración y su lógica argumental desembocan en largos minutos de silencio, los que, paradójicamente, concentran la sustancia de la trama. Vemos cómo la ira se contagia y la desesperanza lo destruye todo; vemos cómo el mundo grita, pero no escuchamos nada. Y de esta forma la pandemia sigue avanzando, de modo implacable, hasta afectar el sentido de la vista.
Volver a ver “Perfect sense” en los tiempos que corren me hizo recordar a Fabiola Campillai. El miembro de las fuerzas policiales chilenas que disparó una lacrimógena contra ella, cuya identidad aún no conocemos, le quitó tres de los cinco sentidos: olfato, gusto y visión. Ahora y en las semanas que vienen, además de ese tipo de guardianes del orden público con el que se encontró Fabiola, tendremos que aguantar nuevamente a los militares en las calles. Así se vuelve a activar el miedo a algo que ya conocemos (la violencia de las fuerzas represoras del Estado), pero esta vez se mezcla con un miedo de nuevo tipo. Nuevo porque ¿cómo se le teme a una pandemia? ¿Qué sentimiento nos genera? Por de pronto, para mí es una mixtura etérea entre incertidumbre y melancolía.
Enlaces:
[1] https://www.elmartutino.cl/sociedad
[2] https://www.elmartutino.cl/etiquetas/martutino-2020
[3] https://www.elmartutino.cl/etiquetas/perfect-sense
[4] https://www.elmartutino.cl/category/posicion/listado
[5] https://www.elmartutino.cl/ubicacion/local
[6] https://www.elmartutino.cl/users/pablo-morales-arias
[7] https://www.elmartutino.cl/sites/elmartutino.cl/files/imagen_noticia/pablo_morales.jpg